martes, 13 de abril de 2010

MANO NEGRA


Mano Negra irrumpe en la vida de Santa como una bendición y a la vez como una pesadilla. Llega a su casa, acompañando a la Güera y su séquito de chiquillos que la siguen a todas partes. La Güera es atraída cual ratón habitante de Hamelin por las notas despedidas por un instrumento musical , en este caso de percusión. Mano negra detesta ese tipo de música, pero como siempre le ha llamado la atención lo novedoso y las emociones fuertes, decide entrar.

Los anfitriones tienen ya preparadas las bebidas que son exquisitamente servidas en pequeños vasos de cristal. Las estrellas te iluminan y te sirves tequila. Un golpe en la mesa y debes beberlo todo, rematando con un vaivén de cabeza aplicado por los demás, y que con tres rondas te lleva por un viaje en un expreso a la tiznada. Te sientes tan fuerte que piensas que nadie te puede tocar. Mano Negra de hecho no toma y se resiste a beber del vaso, pero como siempre le ha gustado sentir la adrenalina lo bebe y con tres copas decide comerse al mundo, decide dar un giro de 360 grados a su vida. De hecho, ya lo había decidido en el patio, descansando sobre una resbaladilla. Decidió que donde pone el ojo pone la bala. No le importó llevar a cabo sus planes, a pesar de los rumores acerca de la dudosa reputación de Santa, rumores que oralmente han traspasado el tiempo y los muros de ésos desgastados edificios.



“Al fin que ya he probado de todo, ¿Qué me puede pasar?”, se decía. Es ahí donde empieza el razonamiento de que cuando te eligen, te desechan en el momento que se les antoja, se aburren y con el mismo capricho te olvidan. Es a decir verdad, el inicio de sensaciones ambiguas en las que no tienes elección, donde te sumerges en las profundidades de lo desconocido y que una vida no alcanza para salir a la superficie.

El ambiente que se creó dentro de lo que se puede llamar reunión, se desarrolla al compás de los deseos pubertos de las parejas que se forman. Kāmadeva hacía de las suyas y los invitaba a dejarse llevar por las naves del destino. Mano Negra y Santa se quedaron solos. Una “rola” de una desgastada banda española armonizaba el ambiente.
“Te Quieeeero, Te Quieeeero, Te Quieeeero...” escuchaban y sus manos se unieron.
“Y no hago otra cosa que peeeensaaaar en ti...” escuchaban y se miraron.

Entonces llegó el momento fatal en el que se abrazaron y sin cuestionar nada se besaron. Era la génesis de lo que llegarían a ser. Santa estaba en el proceso de sentir la calidez que le brindaba Mano Negra, que a su vez vivía la sensación de novedad ante la excentricidad de Santa. Los ojos le brillaban al ver que había logrado su propósito, sin darse cuenta de que lo que empezó como un juego, marcaría para siempre su vida.


El desafío se había llevado a cabo. Lo que fueron de ahí para adelante es ambiguo, no se puede definir con exactitud lo que llegaron a ser en realidad, si fueron o no fueron, si nunca fueron nada, porque a través del tiempo que ha pasado, nunca llegaron a comprender que un gran amor es un enorme reto y conlleva un gran riesgo. Un amor donde la célula explotó, se multiplicó y hoy se dividió.

Mano Negra ha muerto ya, su instinto taurino acabó con su vida. Tres estocadas fueron suficientes para terminar con sus sueños e ilusiones. Negro quedo su corazón como la mano que Santa conoció y sintió. Que lástima, siempre le exigió a la vida y a los demás algo que precisamente nunca pudo dar.

Santa actualmente camina por las calles con una sensación de vacío y desolación. A veces se culpa de lo que pasó, pero reacciona y recuerda que la gente ya tiene conflictos enraizados desde tiempo atrás, y que la gente nunca cambia. En su andar recuerda las historias que Mano Negra algún día le contó y una frase inunda su cabeza:

“El Galeno, el presidiario y el adicto: señales que no vi.”

Algo sobrenatural

Se podrán dar muchas  interpretaciones filosóficas, o diversas miradas estéticas  a lo que fue y es la ola del Rock que invadió la escena...